La celebración


El día de San Andrés coincide tradicionalmente con la apertura de las bodegas y el estreno del vino nuevo.

En Icod se celebra con diversos actos simbólicos, como el descorche de la primera botella de vino de la cosecha del año y otras actividades populares, como concursos y talleres para los más jóvenes.

Pero el principal acto símbolo de esta fiesta, y conocido ya más allá de las Islas, es el arrastre de las tablas.

En Icod de los Vinos numerosas calles transcurren en pendientes con más o menos inclinación, algunas bastante largas. En muchas de ellas se divierten los vecinos de todas las edades bajando sobre tablas preparadas específicamente para estos días.

Las tablas se disfrutan desde la niñez y hasta que uno quiera o pueda. Es una tradición única a la que pocos se pueden resistir.

Cada uno prepara una tabla a su gusto, como mínimo colocándole un soporte en la parte delantera para apoyar los pies y no salirse, y subido a ella, deslizarse por una cuesta empinada hasta estrellarse al final del recorrido contra una montaña de neumáticos tan grande como los participantes quieran.

La tradición es usar una tabla de madera de tea y hacerla deslizar aplicándole cera o sebo (grasa animal). Con el uso, la tabla va mejorando y deslizándose cada vez con mayor facilidad y rapidez.

La diversión no la da sólo la velocidad y las acrobacias que uno pueda hacer subido encima, sino también el lanzarse junto a otras tablas o incluso dos o más personas en una sola. Hay quienes preparan tablones enormes para varias personas. En estos casos, naturalmente, conviene que la montaña de neumáticos sea bastante grande.

Las formas de preparar y acondicionar la tabla varían de unos a otros. Algunos le adosan un cojín para ir más cómodos, o incluso un asiento algo “anatómico”, o las decoran, o les añaden asas para una mejor maniobrabilidad, frenado y transporte.


Se celebra oficialmente los días 29 y 30 de noviembre, pero en casi todos los barrios los jóvenes empiezan a practicar esta tradición desde principios de mes. En un día es imposible preparar una tabla para que corra cuesta abajo a toda velocidad. Sólo si es la misma que es usó el año anterior se puede preparar quizás tan rápido. Si no, hay que deslizarse unas cuantas veces para que llegue a su punto óptimo.

Durante todo el mes los jóvenes comparten calzadas con el tráfico de vehículos. Unos se tiran en sus tablas mientras los otros avisan de si va a pasar un coche, regulan el tráfico, piden donaciones para contribuir a la fiesta como si de un simpático peaje se tratase, se divierten, destrozan calzado y ropa, sufren algún rasponazo, se ensucian como nunca... Van reuniendo neumáticos y colocándolos al final de la cuesta para frenar el recorrido. Los van acumulando durante los días de noviembre, arrimados a un lado para no entorpecer a los coches que usan la vía. Hasta que llega el final del mes y la calle es completamente de las tablas.

Los días 29 y 30, en las principales calles de la celebración sólo pueden circular las tablas. Se celebra durante todo el día, aunque la gran afluencia de público de todos los años se da a partir de media tarde y sobre todo ya cercana la noche. La calle El Plano, la principal en esta fiesta, iluminada con luz artificial de arriba a abajo, suele estar siempre absolutamente abarrotada.





















En los alrededores siempre hay donde tomar un vino, unas castañas, unas sardinas... Tanto en cantinas como en los muchos bares y restaurantes que permanecen abiertos hasta la madrugada.


Medios de seguridad, ambulancias, organizadores, y público, mucha gente.

Pero quienes mejor se lo pasan son, sin duda, los que se arrastran.


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